UNA SALSA PARA VACIAR EL CAJóN DE LA VERDURA

El día antes de ir a hacer la compra, en el cajón de la verdura nos suelen quedar los restos que han ido sobreviviendo a las recetas de la semana. Un trozo de calabaza, tres cuartos de calabacín, un puerro, dos chirivías que compramos para ese proyecto de caldo que al final no llegó a ser, medio brócoli, una bandeja de champiñones a punto de no estar en su mejor momento y cuatro zanahorias nos miran, preguntando qué va a ser de ellas y pidiendo por favor no terminar en la basura compostable.

La primera solución que nos viene a la cabeza para darles salida es la siempre socorrida crema de verduras, que con un dorado previo y un poco de caldo, algún lácteo, bebida vegetal o fruto seco para aportar textura nos dará un primer plato apañado (que podemos convertir en una cena completa añadiendo huevos, picatostes, queso o alguno de los otros ingredientes que os contamos en este artículo). Pero si además de esas verduras tienes una lata de tomate y un par de cebollas, también puedes convertir esos restos en un rico sofrito, que en este caso hemos usado para un plato de pasta pero también es perfecto para estofados, guisos de legumbres, arroces o para rellenar unos canelones o lasaña.

El único truco para que esta base quede sabrosa es que todas las verduras se caramelicen un poco ―reacción de Maillard mediante―- y se acaben de guisar junto con el tomate. Si no tenemos mucho tiempo para ir dorando los diferentes ingredientes y que la salsa tenga el sabor profundo que buscamos, podemos jugar con los tamaños: cuanto más pequeña sea, más rápido se dorará.

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