¿PUEDE EL ALCOHOL FORMAR PARTE DE LA DIETA?

El consumo de alcohol está profundamente arraigado en la sociedad occidental. Desde tiempo inmemorial, su presencia en la mesa y fuera de ella ha sido frecuente, basta con revisar disciplinas como la pintura, el cine o la literatura. Quién no recuerda a Humphrey Bogart apoyado sobre la barra del Rick´s Café en la película Casablanca, el Baco de Caravaggio mostrando en su mano izquierda una espectacular copa de vino, o al escritor Ernest Hemingway sosteniendo un vaso de licor durante los sanfermines de 1959. Aunque no hay que retrotraerse tanto en el tiempo para observar lo enraizado que está su ingesta, ya que, si asistimos a un restaurante o en una comida familiar o de amigos, es común que esté presente en el acompañamiento de platos y preparaciones culinarias. Sin embargo, desde la evidencia científica, ¿qué aporta la ingesta de alcohol a nuestra dieta?.

Profundizando en la composición de las bebidas alcohólicas, hay que diferenciar dos componentes: por un lado, el propio alcohol y, por otro, los compuestos adicionales que forman parte de cada bebida. “La cerveza y el vino contienen algunas vitaminas y antioxidantes, como el resveratrol en el caso del vino tinto, que se ha asociado con beneficios cardiovasculares. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estas bebidas no son las mejores fuentes de estos compuestos, porque frutas o verduras son mucho más ricas en vitaminas, polifenoles y minerales”, explica la doctora Amanda Cuevas, del Grupo de Nutrición de Precisión y Salud Cardiometabólica en IMDEA Alimentación.

Respecto al alcohol en sí, hasta hace algún tiempo se asociaba a “calorías vacías”, pero no es así porque, “un gramo de alcohol supone aproximadamente siete kilocalorías por gramo, que son casi las mismas que las aportadas por la grasa y casi el doble que proteínas y carbohidratos. Por ejemplo, una copa de vino tinto puede suponer alrededor de 140 kilocalorías. Con esto quiero decir que las bebidas alcohólicas son un componente importante a tener en cuenta para el cálculo de la composición calórica de una dieta”, apunta esta experta.

La incorporación de bebidas alcohólicas en la ingesta diaria añade aportes calóricos. Esto es relevante si se tiene en cuenta el creciente problema de sobrepeso en el mundo occidental, que se produce cuando consumimos más calorías de las que gastamos. El Atlas mundial de obesidad 2023 predice que más de 4.000 millones de personas en el mundo, el 51% de la población global, sufrirán sobrepeso y obesidad en 2035, frente a los 2.600 millones de 2020. “Es importante tener en cuenta que añadir una bebida alcohólica a nuestra comida nos hace consumir más calorías de las que necesitamos”, añade Cuevas. Además, el alcohol interfiere negativamente con muchos procesos fisiológicos relacionados con la nutrición, “como la absorción de nutrientes debido a su efecto negativo sobre la actividad pancreática y deficiencias importantes en el funcionamiento de vitaminas esenciales”, sostiene esta doctora.

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Entre esos efectos perjudiciales para el organismo hay que incluir, además, “depresión del sistema nervioso, alteración de los patrones del sueño, aumento de riesgo cardiovascular y de algunos tipos de cáncer y, por supuesto, es adictivo, por tanto, debe evitarse en lo posible y, si se consume, que sea ocasional y moderadamente”, enumera Laira Isabel Arranz, dietista-nutricionista de Onlelife Center.

Cómo interfiere en la salud

En cuanto al consumo excesivo de alcohol hay evidencia de que puede afectar negativamente al sistema digestivo, “ya que puede provocar irritación de la mucosa gastrointestinal y acentuar la gastritis o los síntomas del intestino irritable en algunas personas”, continúa la representante de Imdea Alimentación. Del mismo modo, puede interferir en la absorción de nutrientes y afectar a la función del hígado. Algo que, insiste, “puede causar problemas digestivos y de salud más graves a largo plazo, como la enfermedad del hígado graso o incluso cirrosis hepática si es el consumo es excesivo y prolongado en el tiempo, así como riesgo de desarrollar determinados procesos tumorales”.

Las pirámides nutricionales suelen excluir la ingesta de bebidas alcohólicas entre sus recomendaciones, ya que no aportan nutrientes esenciales que no se puedan encontrar en otros alimentos y, por tanto, no son esenciales para mantener una dieta equilibrada. En la presencia de patologías graves, “es un hecho bien conocido, en especial, su efecto potenciador de muchos tipos de cáncer (laringe, esófago, hígado, mama, colorrectal…)”, asegura Cuevas. Y, a diferencia de su efecto sobre la alimentación, donde existe controversia sobre la utilidad del uso moderado de bebidas alcohólicas, “en diversos tipos de tumores se observa su papel negativo sobre el desarrollo también desde dosis bajas, lo cual desaconseja su inclusión en las dietas equilibradas”, afirma.

(iStock)

Las bebidas alcohólicas han formado parte tradicionalmente de la dieta mediterránea, pero el binomio alcohol-vida saludable es más que debatido. Hoy en día, no existe un consenso científico sólido que respalde de manera unánime la inclusión del consumo moderado de alcohol en una vida saludable. Como norma general, “lo ideal sería mantener el consumo de alcohol en el mínimo nivel posible, pero, desde el enfoque de la Nutrición de Precisión, es esencial también considerar las características individuales de cada persona, como la edad, sexo, su peso, genética, la composición y estructura de la microbiota intestinal, sus enfermedades previas, el historial médico o el estilo de vida”, opina Cuevas.

La salud de cada persona es distinta, de acuerdo con sus características y circunstancias. “Cabe esperar que las investigaciones actuales, donde se aborda la salud individual de forma más completa, sean capaces de diferenciar mejor entre los aspectos más negativos del consumo del alcohol y los grupos poblacionales para los que cabría no excluir el consumo moderado, que no sería una recomendación general para el conjunto de la población”, agrega la miembro del Grupo de Nutrición de Precisión y Salud Cardiometabólica.

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Mientras la ciencia avanza para dar respuesta a todos los interrogantes que surgen cuando se habla de la ingesta de alcohol en la alimentación, Arranz se muestra tajante: “no hay nivel de ingesta de alcohol seguro y sus riesgos solo se evitan si no se consume. Así de contundente es el mensaje en la actualidad”.

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